Las palabras importan y mucho, podríamos decirle a la nueva Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Y peligroso es que no lo sepa una persona que ostenta un alto cargo político.
El lenguaje no sólo expresa pensamiento, sino que también lo crea. El lenguaje no es inocente, ni neutral. El lenguaje expresa y construye conceptos, filosofía, ideología, es decir una forma de entender la vida y estructurar las relaciones sociales. Hablar de “violencia en el ámbito familiar” tiene muchas implicaciones. En primer lugar, ya coloca la “familia”, o más bien un modelo de familia en primer plano. ¿Dónde colocamos los asesinatos a novias y ex novias, los feminicidios, las múltiples agresiones que se producen fuera de ese idílico marco doméstico y privado? E implica también la ignorancia más radical del pensamiento feminista, pensamiento que constituye el más completo paradigma de comprensión y transformación social en la actualidad. Y es ignorar también las resoluciones internacionales que han reconocido la necesidad de visibilizar y erradicar la violencia contra las mujeres, “quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos” en palabras de Kofi Anan, séptimo Secretario General de las Naciones Unidas.
Durante décadas muchísimas pensadoras feministas han generado conceptos que han permitido analizar la estructura patriarcal y la violencia estructural que el patriarcado lleva consigo. Una violencia que tiene muchos rostros y formas, algunas más suaves y sutiles como el maltrato psicológico o el velado menosprecio a las mujeres, otras más agresivas como la explotación sexual, la violación, la violencia física o el asesinato. Hablar de violencia de género contra las mujeres es poner sobre la mesa la realidad de que en el sistema patriarcal aún imperante socialmente, las mujeres, por el mero hecho de serlo, constituimos un grupo vulnerable, que la socialización todavía no facilita el desarrollo pleno de cualquier ser humano, libre de estereotipos y constricciones, independientemente de su sexo, y que es esa violencia estructural la que está en la base de las agresiones de diferente tipo contra las mujeres. Visibilizar la violencia contra las mujeres es denunciar la necesidad de un cambio radical del sistema patriarcal, es recordar el viejo principio feminista de que lo privado es público y que no basta únicamente con las medidas de protección a víctimas, ni las sanciones penales a maltratadores, ambas de radical justicia, sino que es preciso llevar a cabo la erradicación absoluta del modelo androcéntrico patriarcal, y promover la construcción de una sociedad donde todos los seres humanos puedan vivir en igualdad y dignidad.
Las leyes de igualdad que hemos conseguido en España en los últimos años, fruto en su mayor parte de las acciones reivindicativas de las mujeres durante décadas, apenas han comenzado a constituir un paso, importantísimo eso sí, en el largo camino de construcción de la igualdad real. Las mujeres feministas, y todos los hombres que quieran trabajar por la erradicación del modelo patriarcal, no podemos permitir que se retroceda ese paso, y que se invisibilicen nuevamente las causas estructurales y sociales de la violencia contra las mujeres, bajo el velo, nada inocente, de una referencia a ”violencia en el ámbito familiar”, o “violencia doméstica”.
El lenguaje no sólo expresa pensamiento, sino que también lo crea. El lenguaje no es inocente, ni neutral. El lenguaje expresa y construye conceptos, filosofía, ideología, es decir una forma de entender la vida y estructurar las relaciones sociales. Hablar de “violencia en el ámbito familiar” tiene muchas implicaciones. En primer lugar, ya coloca la “familia”, o más bien un modelo de familia en primer plano. ¿Dónde colocamos los asesinatos a novias y ex novias, los feminicidios, las múltiples agresiones que se producen fuera de ese idílico marco doméstico y privado? E implica también la ignorancia más radical del pensamiento feminista, pensamiento que constituye el más completo paradigma de comprensión y transformación social en la actualidad. Y es ignorar también las resoluciones internacionales que han reconocido la necesidad de visibilizar y erradicar la violencia contra las mujeres, “quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos” en palabras de Kofi Anan, séptimo Secretario General de las Naciones Unidas.
Durante décadas muchísimas pensadoras feministas han generado conceptos que han permitido analizar la estructura patriarcal y la violencia estructural que el patriarcado lleva consigo. Una violencia que tiene muchos rostros y formas, algunas más suaves y sutiles como el maltrato psicológico o el velado menosprecio a las mujeres, otras más agresivas como la explotación sexual, la violación, la violencia física o el asesinato. Hablar de violencia de género contra las mujeres es poner sobre la mesa la realidad de que en el sistema patriarcal aún imperante socialmente, las mujeres, por el mero hecho de serlo, constituimos un grupo vulnerable, que la socialización todavía no facilita el desarrollo pleno de cualquier ser humano, libre de estereotipos y constricciones, independientemente de su sexo, y que es esa violencia estructural la que está en la base de las agresiones de diferente tipo contra las mujeres. Visibilizar la violencia contra las mujeres es denunciar la necesidad de un cambio radical del sistema patriarcal, es recordar el viejo principio feminista de que lo privado es público y que no basta únicamente con las medidas de protección a víctimas, ni las sanciones penales a maltratadores, ambas de radical justicia, sino que es preciso llevar a cabo la erradicación absoluta del modelo androcéntrico patriarcal, y promover la construcción de una sociedad donde todos los seres humanos puedan vivir en igualdad y dignidad.
Las leyes de igualdad que hemos conseguido en España en los últimos años, fruto en su mayor parte de las acciones reivindicativas de las mujeres durante décadas, apenas han comenzado a constituir un paso, importantísimo eso sí, en el largo camino de construcción de la igualdad real. Las mujeres feministas, y todos los hombres que quieran trabajar por la erradicación del modelo patriarcal, no podemos permitir que se retroceda ese paso, y que se invisibilicen nuevamente las causas estructurales y sociales de la violencia contra las mujeres, bajo el velo, nada inocente, de una referencia a ”violencia en el ámbito familiar”, o “violencia doméstica”.
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