lunes, 20 de enero de 2014

Me siento profundamente indignada

Me siento profundamente indignada.  

Me siento indignada ante la enorme cantidad de dolor infringido una y otra vez a las mujeres por ser mujeres. Y la mayor parte de ese dolor tiene que ver con nuestra sexualidad: mutilaciones genitales que condenan a millones de mujeres en el mundo (muchas de ellas residentes en nuestro país) a infecciones vaginales, intenso dolor, dificultad o imposibilidad de obtener de placer sexual, y en muchos casos a la muerte; violencia y asesinatos a manos de los maridos y ex maridos, amantes y ex amantes, compañeros sexuales al fin; violaciones como arma de guerra utilizadas en todos los conflictos bélicos bajo una u otra bandera; o leyes como las que en muchos países del mundo niegan a las mujeres el derecho a decidir sobre su maternidad, tal como pretende hacer ahora el gobierno del PP en España.

Creo que la ciudadanía en general, cuando escucha hablar sobre “ese asunto” como dice el presidente del gobierno, no es suficientemente consciente del tremendo dolor que “esa ley” que el presidente no llega ni a nombrar, va a suponer nuevamente para miles de mujeres. El dolor de la humillación que supone ser considerada una menor de edad y sometida al juicio de profesionales médicos, y tener que ser considerada una enferma mental en potencia, para poder ejercer el derecho a una libre decisión. El dolor de tener que recorrer un laberinto complicado, en el caso de chicas de 16 o 17 años, que probablemente implique graves enfrentamientos familiares. El dolor de perder todo derecho a la autonomía y la intimidad. El dolor de verse convertidas en seres sometidos a las decisiones de profesionales de la medicina y la judicatura. Incluso el dolor de ser consideradas eternas menores, por lo que ni siquiera merecemos las mujeres el derecho a ser juzgadas por nuestros actos, cuando tales actos son erróneamente considerados delitos por un gobierno de corte fascista. El dolor de las consecuencias para la salud, que tienen para las mujeres los abortos realizados en condiciones de falta de higiene y profesionalidad. El dolor de tener que recurrir a abortos clandestinos como si fuéramos delincuentes. El dolor de viajar para llevar a cabo un aborto “a escondidas” fuera de nuestro país. El dolor de verse doble o triplemente marginadas por carecer de medios económicos u otro tipo de recursos para acceder a este tipo de abortos.

¿Por qué tenemos que seguir soportando ser sometidas a un papel de víctimas, ser agredidas en nuestros cuerpos, nuestras emociones, nuestra independencia, nuestra autonomía, nuestra sexualidad, nuestra integridad? Somos humanas, somos personas, demostramos cada día nuestras capacidades y habilidades, sostenemos todas las sociedades del mundo, con nuestros conocimientos y nuestro trabajo visible e invisible. Tenemos derecho a disfrutar de todos los derechos y todas las libertades

La sociedad que sale a la calle para gritar y protestar por otros atentados, debería estremecerse ante esta tortura, esta forma de terrorismo que es la violencia permanente contra las mujeres, y rebelarse contra ella, exigiendo la erradicación de este sistema de dominación que es el patriarcado.

Escrito de Pilar Iglesias Aparicio
17 de enero de 2014

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