8 de marzo
Me
tiembla marzo en la punta de los dedos,
llega el
mes de las mujeres.
Desearía
que ya fuese
un mes de
recuerdos de cosas del pasado
historias
de abuelas que contamos
al llegar
la primavera a nuestras nietas.
Pero no,
marzo aún es presente.
Sigue
siendo necesario
un 8 de
marzo,
que
quisiéramos de regocijo por lo logrado
de
fiesta, de placer, de alegría,
pero que
se impone, aún, aún,
reivindicativo,
y tenemos
que clamar nuevamente,
con
Gioconda,
por las
mujeres violadas,
por
tantos Juárez descubiertos y escondidos,
por las
niñas de clítoris mutilados,
por las
mujeres escondidas en las jaulas de oro de sus casas,
por las
muchachas de cuerpos de ébano
vendidas
como perros en los polígonos,
por las
que esconden tras los mantos
impuestos
por la religión y la cultura
y las que
se exhiben despersonalizadas
transformadas
en muñecas en la pantalla.
Por las
muertas,
por las
semi-vivas,
por las
superwomen de prolongadas jornadas,
por las
luchadoras, a veces ya cansadas,
por las
que ni siquiera saben que aún hay que luchar,
por las
enfermas del malestar sin nombre
consumidoras
de fármacos sin esperanza.
Por las
viejas,
por las
adultas,
por las
jóvenes,
por las
niñas.
Por las
de todos los continentes,
todas las
religiones,
todas las
lenguas,
seguiremos
saliendo a las calles
este 8 de
marzo,
con
rabia, con energía, con coraje, con utopía
preñadas
de presente y de esperanza.
Pilar Iglesias Aparicio
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