Pero si hay algo que he sentido siempre, ha sido cierta incertidumbre, cierta congoja al pensar sí realmente hacía lo que lo que yo quería, si sabía que quería. Hoy sé que son muchas las razones que hacían que me ocurriera esto y que me sintiera mal. Ese mal interior, que se oculta fácilmente, que sabemos cómo hacerlo y que hacemos para sobrevivir. Ese mal estar que comparto como mujer con la inmensa mayoría de las mujeres.
Hace ya algún tiempo que camino fuerte, que voy eligiendo mi camino, soltando lastre y abandonando ese lugar impuesto por esta cultura patriarcal que me discrimina y me condiciona solo por el hecho de ser mujer. A pesar de ello y posiblemente por el mismo hecho de comenzar, de ver con mis propios ojos un mundo nuevo lleno de oportunidades, a vivir mi propia vida, me ha seguido costando saber qué es lo que quiero, hacia donde quiero dirigir mi vida, mi trabajo, mi energía… Pero eso ya acabó, como algo mágico, algo que no alcanzo a describir, ese sentimiento, esa incertidumbre se esfumó.
El pensamiento, la fuerza, la emoción, los sentimientos de mujeres de todo el mundo se hizo presente en mi salón. No con forma pero si consciente ahí estaba invadiéndome, envolviéndome. Mujeres que conozco, mujeres del sur, del norte, jóvenes, mayores, como yo o muy distintas, pero unidas por el deseo de un mundo justo, un mundo para todas las personas en igualdad real, un mundo posible, lleno de mujeres libres.
Como si de una posesión se tratara, estaba en mí, vino a quedarse, a acabar con esa angustia vital transformada en energía, fuerza, esperanza, seguridad, confianza… Esa fuerza existe, está en cada una de nosotras y en nuestra unión. Saber que las demás están ahí es el motor.
En Málaga y en el mundo, juntas en la calle, unidas y acompañadas en el grito, así transcurrió el 8 de marzo, un 8 de marzo que nunca olvidaré.
Pepa Sanjuán Pérez
14/03/2017
Gracias a la Asociación de Mujeres Puntos Subversivos, a sus mujeres de las que aprendo cada día.
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