En nuestra sociedad, antes de que nazca un ser humano sea varón u hembra, se da todo un conjunto de expectativas respecto a su “ser” mujer u hombre. Expectativas, creencias y estereotipos de su deber “ser” desde los primeros contactos de la criatura con el exterior: madre, padre, abuelo, abuela, profesionales de la medicina, enfermeras y enfermeros que le van transmitiendo, consciente e inconscientemente, una serie de mensajes sobre su condición y los mandatos de género
En estos procesos de adaptación y socialización, la familia y la escuela tienen un papel predominante, hoy también los medios de comunicación, y en estas, las madres/padres y las maestras/maestros, por lo que es muy significativo e importante indagar los tipos de personas que son, cómo se comportan y cómo tratan a las criaturas.
Cómo han construido sus identidades de género, cómo las viven en sus situaciones familiares y escolares en las que participan y cómo las proyectan hacia sus parejas, hijos e hijas, alumnas y alumnos, cómo piensan, cuál es su filosofía de la vida, qué ideología impera en su ética personal
Es tanta la importancia y la influencia de la construcción y desarrollo del sistema de género para la identidad y autoestima de las criaturas, que tal y cómo sea dicho trato, estaremos potenciando la igualdad o desigualdad desde la infancia, entre hombres y mujeres.
Pretendemos en este escrito exponer un pequeño análisis de qué es la desigualdad que genera el mandato de género y cómo podemos llegar a reconocerla a través de la evaluación de las distintas realidades en las que nos desarrollamos: familiar, social, escolar y política.
Por esto, para definir la realidad de las mujeres y niñas como una situación de discriminación y desigualdad se requiere una ideología política, unos principios filosóficos de la vida; la desigualdad siempre es con respecto a otro o a otra, a algo o alguien, siempre es en relación.
Es por eso, por lo que es muy importante cómo se define ideológica y políticamente la desigualdad, es sustancial conocer qué es y comprender cómo se produce, es decir saber bien cuales son los indicadores para llegar a evaluarla para así poder eliminarla, llegando a conocer las medidas y actuaciones que se pueden llevar a cabo en la familia, la educación pública, en el ámbito social y que se requieren para tal fin.
Es imperiosa una actuación pública a favor de la equidad entre hombres y mujeres, niños y niñas, desde muy temprano, que intenten eliminar o corregir la desigualdad que se da a causa del sistema de género que a lo largo de la historia se ha desarrollado y transmitido. Teniendo en cuenta los cambios producidos en los últimos años, considero obligatorio evaluar detenidamente la desigualdad que se ha generado y perpetuado en nuestra corta democracia.
Para poder eliminar la desigualdad hay que saber y comprender la forma concreta en que se origina y manifiesta, sus características, a qué edad comienza, y cómo afecta a la identidad y autonomía de los diferentes grupos de niñas y niños, mujeres y hombres, y qué programas específicos se deben llevar a cabo.
Es imprescindible tener la sensibilidad suficiente para poder hacer un acercamiento a la realidad, es forzoso ponerse las gafas de color violeta y ver el mundo a través de los ojos de las mujeres para llevar a cabo una evaluación inicial (valoración) que no sólo describa la realidad discriminadora, sino que se pueda utilizar como cimiento y base para que se dé un cambio real en el sistema educativo, familiar, político y social. Esta evaluación inicial nos va a permitir hacer otras evaluaciones que nos darán el conocimiento imprescindible para poner en práctica las actividades que van a producir dicho cambio.
Investigar y analizar para evaluar, hay que hacerlo de cuando en cuando, es decir cada vez que se pone en práctica un proyecto o política de cambio, después de transcurrido un tiempo hay que volver a hacer otra evaluación para comparar datos y situaciones de los nuevas realidades cambiantes.
Definidas las desigualdades y establecidos los criterios políticos e ideológicos es inexcusable comenzar un buen análisis que exprese con mayor exactitud cómo se puede hacer visible la desigualdad.
Para poner de manifiesto las desigualdades hay que saber cuál es la realidad de las mujeres y niñas y cuáles son las diferencias entre los géneros.
Toda buena evaluación debe dar el valor de algo .(Santos Guerra,1990), aquí muestra el valor de las diferencias entre las personas, entre los grupos de mujeres, entre los hombres, entre las mujeres y los hombres. Pero no es suficiente conocer que hay diferencias, que se dan las diferencias, hay que saber cuáles de esas diferencias tienen un valor negativo y se convierten en discriminación y por lo tanto, dicha discriminación, tiene que ser eliminada. Para poder analizar cómo son las diferencias hay que tener en cuenta el principio de equidad para toda la ciudadanía que surge como fundamento de las democracias.
Todas la diferencias que pueden considerarse como desigualdades deben ser modificadas. Desde la perspectiva de género, sabemos que hay diferencias entre hombres y mujeres, ser diferente es un rasgo de la propia identidad, forman parte de nuestra idiosincrasia, pero sabemos que esas diferencias han sido y son utilizadas para discriminar a las mujeres, hay diferencias logradas y diferencias impostadas, lo malo es cuando dichas diferencias impostadas se transforman en desigualdades sociales y por tanto en discriminatorias.
Se habla de discriminación cuando se establecen las diferencias entre hombres y mujeres referentes a las relaciones de poder, distribución de bienes, servicios y prestigio. En nuestra sociedad no habría desigualdad si se valorase equitativamente los roles de género, tanto en hombre como en mujeres.
Una de las funciones de la evaluación de la desigualdad de género, es averiguar las condiciones marginatorias del mandato de género, detallando sus exposiciones y esenciales particularidades. La evaluación de la desigualdad de las mujeres y niña, primeramente hay que describirla, después compararla con otras situaciones de ámbitos semejantes, para enterarnos cómo actúa la desigualdad en diferentes familias, escuelas, sociedades y culturas.
Para llegar a tal conocimiento son necesarios descriptores que nos señalen los factores sociales que nos indiquen la desigualdad sexual. Comparando lo que sucede o cómo se resuelven los problemas de un ámbito a otro, se han descubierto los principales descriptores o indicadores de discriminación y la resistencia u obstáculos que se puedan oponer al cambio.
La principal finalidad para definir indicadores de género es comprobar el cumplimiento de las leyes y normas que se están llevando cabo en los diferentes países, esencialmente en el nuestro y hacer un seguimiento de las situaciones de las mujeres y hombres.
Teniendo en cuenta que un indicador no es más que una medida, un número, un hecho, una opinión o una percepción que señala una situación o condición específica y los cambios que se dan en ella.
.Los indicadores de género parten de que existe un rol especifico de género y nos van a indicar el cambio de status que se va produciendo a través del tiempo.
Presentamos los siguientes indicadores como una representación de este determinado fenómeno:
- La delegación de la representatividad de las mujeres a los hombres.
- La responsabilidad casi exclusiva que asumen las mujeres en las tareas domésticas, aunque estas tenga trabajo remunerado.
- La construcción personal y social que existe en el hecho de ser mujer “decente” y dedicarse a actividades públicas, (sobre todo relacionadas a la política).
- La mayor apertura para considerar la sexualidad masculina como proceso “natural”, más que la femenina.
- El concebir como juego, juguetes y asuntos propios del hombre los que se relacionan con una interacción más activa hacia el mundo exterior y propio de la mujer los que se circunscriben más a las relaciones afectivo-sociales.
- El conflicto y contradicción que implica para la mujer desempeñar funciones paralelas de madre, esposa y profesional.
- El sustento económico en la familia como “responsabilidad” del hombre, mientras el ingreso de la mujer se considera “ayuda”.
- La mujer mejor remunerada económicamente, que hace sentir al hombre “inferior”.
- La mujer necesita un “hombre fuerte y poderoso”, cambia protección por amor.
- La mujer que sobresale en actividades públicas se considera “sospechosa” en su identidad sexual.
Estas observaciones nos llevan a preguntarnos acerca de cómo se va formando en las niñas y niños una visión axiológica que los prepara y predispone para pensar y actuar de cierta manera, reproduciendo desigualdades y ciertas pautas de socialización que hacen creerse a unos dominadores y a otras dominadas.
Las diferencias de género, aún cuando en la realidad social se manifiestan en casi todos los ámbitos de la actividad humana: familia, escuela iglesia, estado, grupo de amigos, centros deportivos y recreativos, medios de comunicación, artes, oficios y profesiones, como objeto de estudio de diferencias impostadas es relativamente reciente.
De hecho el que estas diferencias permeen todos los espacios ha propiciado que se le vea como una situación natural más que como una construcción cultural e impuesta a las mujeres. Diferencias que se convierten en desigualdades que discriminan y pretenden colocar a las niñas en un segundo lugar de subordinación.
En este sentido, la familia y la escuela son dos de los principales agentes de socialización que contribuye a perpetuar, (quizás, con una buena evaluación permanente a transformar) los valores, actitudes, procesos, cosas, instituciones que sostienen las formas de ser mujer y hombre en una sociedad.
En la familia hay un conjunto de códigos axiológicos que sustentan el tipo de acciones que perpetua la discriminación, y relaciones que ahí se desarrollan y que de cada hombre y cada mujer se esperan, manifestados en : estímulos y castigos, juguetes y juegos, libros con ilustraciones, programas de TV, roles del padre y de la madre, distribución de tiempo, el espacio y las tareas, utilización de la palabra y los silencios, jerarquías y poder intrafamiliar.
En la escuela, aún sin ninguna norma explícita para la división de sexos, el hecho de ser mujer u hombre conlleva generalmente un trato diferenciado y la mayoría de las veces no reflexionado por parte del profesorado. El profesorado no tiene formación en género, la gran mayoría cree que ya está todo conseguido y la otra mitad ni siquiera lo piensa, por lo tanto no se evalúa, evidenciando así sus propias concepciones y valoraciones que interviene en los procesos educativos: selección y asignación de materia curriculares, deportes, tareas escolares y estraescolares, premios y castigos, libros de texto, materiales didácticos, uso del tiempo y el espacio, en el aula, el recreo, actitudes y acciones cotidianas de profesores y profesoras, directores y directoras (cuando las hay), hombres y mujeres, organización de roles y relaciones de poder jerárquico…
Sin duda, estos son los dos actores más importantes en la evaluación de la desigualdad, estas dos instituciones, familia y escuela deben ser evaluadas y evaluarse permanentemente para reflexionar cuál es su verdadero papel en la transformación de la formación de ciudadanas y ciudadanos activos, libres e iguales para terminar con las historias culturales que quieren perpetuar el “patriarcado”. La reflexión nos debe llevar a la proclamación del final de la cultura androcéntrica. Unicamente cuando este hecho sea real, se pondrá fin a la desigualdad de género
En estos procesos de adaptación y socialización, la familia y la escuela tienen un papel predominante, hoy también los medios de comunicación, y en estas, las madres/padres y las maestras/maestros, por lo que es muy significativo e importante indagar los tipos de personas que son, cómo se comportan y cómo tratan a las criaturas.
Cómo han construido sus identidades de género, cómo las viven en sus situaciones familiares y escolares en las que participan y cómo las proyectan hacia sus parejas, hijos e hijas, alumnas y alumnos, cómo piensan, cuál es su filosofía de la vida, qué ideología impera en su ética personal
Es tanta la importancia y la influencia de la construcción y desarrollo del sistema de género para la identidad y autoestima de las criaturas, que tal y cómo sea dicho trato, estaremos potenciando la igualdad o desigualdad desde la infancia, entre hombres y mujeres.
Pretendemos en este escrito exponer un pequeño análisis de qué es la desigualdad que genera el mandato de género y cómo podemos llegar a reconocerla a través de la evaluación de las distintas realidades en las que nos desarrollamos: familiar, social, escolar y política.
Por esto, para definir la realidad de las mujeres y niñas como una situación de discriminación y desigualdad se requiere una ideología política, unos principios filosóficos de la vida; la desigualdad siempre es con respecto a otro o a otra, a algo o alguien, siempre es en relación.
Es por eso, por lo que es muy importante cómo se define ideológica y políticamente la desigualdad, es sustancial conocer qué es y comprender cómo se produce, es decir saber bien cuales son los indicadores para llegar a evaluarla para así poder eliminarla, llegando a conocer las medidas y actuaciones que se pueden llevar a cabo en la familia, la educación pública, en el ámbito social y que se requieren para tal fin.
Es imperiosa una actuación pública a favor de la equidad entre hombres y mujeres, niños y niñas, desde muy temprano, que intenten eliminar o corregir la desigualdad que se da a causa del sistema de género que a lo largo de la historia se ha desarrollado y transmitido. Teniendo en cuenta los cambios producidos en los últimos años, considero obligatorio evaluar detenidamente la desigualdad que se ha generado y perpetuado en nuestra corta democracia.
Para poder eliminar la desigualdad hay que saber y comprender la forma concreta en que se origina y manifiesta, sus características, a qué edad comienza, y cómo afecta a la identidad y autonomía de los diferentes grupos de niñas y niños, mujeres y hombres, y qué programas específicos se deben llevar a cabo.
Es imprescindible tener la sensibilidad suficiente para poder hacer un acercamiento a la realidad, es forzoso ponerse las gafas de color violeta y ver el mundo a través de los ojos de las mujeres para llevar a cabo una evaluación inicial (valoración) que no sólo describa la realidad discriminadora, sino que se pueda utilizar como cimiento y base para que se dé un cambio real en el sistema educativo, familiar, político y social. Esta evaluación inicial nos va a permitir hacer otras evaluaciones que nos darán el conocimiento imprescindible para poner en práctica las actividades que van a producir dicho cambio.
Investigar y analizar para evaluar, hay que hacerlo de cuando en cuando, es decir cada vez que se pone en práctica un proyecto o política de cambio, después de transcurrido un tiempo hay que volver a hacer otra evaluación para comparar datos y situaciones de los nuevas realidades cambiantes.
Definidas las desigualdades y establecidos los criterios políticos e ideológicos es inexcusable comenzar un buen análisis que exprese con mayor exactitud cómo se puede hacer visible la desigualdad.
Para poner de manifiesto las desigualdades hay que saber cuál es la realidad de las mujeres y niñas y cuáles son las diferencias entre los géneros.
Toda buena evaluación debe dar el valor de algo .(Santos Guerra,1990), aquí muestra el valor de las diferencias entre las personas, entre los grupos de mujeres, entre los hombres, entre las mujeres y los hombres. Pero no es suficiente conocer que hay diferencias, que se dan las diferencias, hay que saber cuáles de esas diferencias tienen un valor negativo y se convierten en discriminación y por lo tanto, dicha discriminación, tiene que ser eliminada. Para poder analizar cómo son las diferencias hay que tener en cuenta el principio de equidad para toda la ciudadanía que surge como fundamento de las democracias.
Todas la diferencias que pueden considerarse como desigualdades deben ser modificadas. Desde la perspectiva de género, sabemos que hay diferencias entre hombres y mujeres, ser diferente es un rasgo de la propia identidad, forman parte de nuestra idiosincrasia, pero sabemos que esas diferencias han sido y son utilizadas para discriminar a las mujeres, hay diferencias logradas y diferencias impostadas, lo malo es cuando dichas diferencias impostadas se transforman en desigualdades sociales y por tanto en discriminatorias.
Se habla de discriminación cuando se establecen las diferencias entre hombres y mujeres referentes a las relaciones de poder, distribución de bienes, servicios y prestigio. En nuestra sociedad no habría desigualdad si se valorase equitativamente los roles de género, tanto en hombre como en mujeres.
Una de las funciones de la evaluación de la desigualdad de género, es averiguar las condiciones marginatorias del mandato de género, detallando sus exposiciones y esenciales particularidades. La evaluación de la desigualdad de las mujeres y niña, primeramente hay que describirla, después compararla con otras situaciones de ámbitos semejantes, para enterarnos cómo actúa la desigualdad en diferentes familias, escuelas, sociedades y culturas.
Para llegar a tal conocimiento son necesarios descriptores que nos señalen los factores sociales que nos indiquen la desigualdad sexual. Comparando lo que sucede o cómo se resuelven los problemas de un ámbito a otro, se han descubierto los principales descriptores o indicadores de discriminación y la resistencia u obstáculos que se puedan oponer al cambio.
La principal finalidad para definir indicadores de género es comprobar el cumplimiento de las leyes y normas que se están llevando cabo en los diferentes países, esencialmente en el nuestro y hacer un seguimiento de las situaciones de las mujeres y hombres.
Teniendo en cuenta que un indicador no es más que una medida, un número, un hecho, una opinión o una percepción que señala una situación o condición específica y los cambios que se dan en ella.
.Los indicadores de género parten de que existe un rol especifico de género y nos van a indicar el cambio de status que se va produciendo a través del tiempo.
Presentamos los siguientes indicadores como una representación de este determinado fenómeno:
- La delegación de la representatividad de las mujeres a los hombres.
- La responsabilidad casi exclusiva que asumen las mujeres en las tareas domésticas, aunque estas tenga trabajo remunerado.
- La construcción personal y social que existe en el hecho de ser mujer “decente” y dedicarse a actividades públicas, (sobre todo relacionadas a la política).
- La mayor apertura para considerar la sexualidad masculina como proceso “natural”, más que la femenina.
- El concebir como juego, juguetes y asuntos propios del hombre los que se relacionan con una interacción más activa hacia el mundo exterior y propio de la mujer los que se circunscriben más a las relaciones afectivo-sociales.
- El conflicto y contradicción que implica para la mujer desempeñar funciones paralelas de madre, esposa y profesional.
- El sustento económico en la familia como “responsabilidad” del hombre, mientras el ingreso de la mujer se considera “ayuda”.
- La mujer mejor remunerada económicamente, que hace sentir al hombre “inferior”.
- La mujer necesita un “hombre fuerte y poderoso”, cambia protección por amor.
- La mujer que sobresale en actividades públicas se considera “sospechosa” en su identidad sexual.
Estas observaciones nos llevan a preguntarnos acerca de cómo se va formando en las niñas y niños una visión axiológica que los prepara y predispone para pensar y actuar de cierta manera, reproduciendo desigualdades y ciertas pautas de socialización que hacen creerse a unos dominadores y a otras dominadas.
Las diferencias de género, aún cuando en la realidad social se manifiestan en casi todos los ámbitos de la actividad humana: familia, escuela iglesia, estado, grupo de amigos, centros deportivos y recreativos, medios de comunicación, artes, oficios y profesiones, como objeto de estudio de diferencias impostadas es relativamente reciente.
De hecho el que estas diferencias permeen todos los espacios ha propiciado que se le vea como una situación natural más que como una construcción cultural e impuesta a las mujeres. Diferencias que se convierten en desigualdades que discriminan y pretenden colocar a las niñas en un segundo lugar de subordinación.
En este sentido, la familia y la escuela son dos de los principales agentes de socialización que contribuye a perpetuar, (quizás, con una buena evaluación permanente a transformar) los valores, actitudes, procesos, cosas, instituciones que sostienen las formas de ser mujer y hombre en una sociedad.
En la familia hay un conjunto de códigos axiológicos que sustentan el tipo de acciones que perpetua la discriminación, y relaciones que ahí se desarrollan y que de cada hombre y cada mujer se esperan, manifestados en : estímulos y castigos, juguetes y juegos, libros con ilustraciones, programas de TV, roles del padre y de la madre, distribución de tiempo, el espacio y las tareas, utilización de la palabra y los silencios, jerarquías y poder intrafamiliar.
En la escuela, aún sin ninguna norma explícita para la división de sexos, el hecho de ser mujer u hombre conlleva generalmente un trato diferenciado y la mayoría de las veces no reflexionado por parte del profesorado. El profesorado no tiene formación en género, la gran mayoría cree que ya está todo conseguido y la otra mitad ni siquiera lo piensa, por lo tanto no se evalúa, evidenciando así sus propias concepciones y valoraciones que interviene en los procesos educativos: selección y asignación de materia curriculares, deportes, tareas escolares y estraescolares, premios y castigos, libros de texto, materiales didácticos, uso del tiempo y el espacio, en el aula, el recreo, actitudes y acciones cotidianas de profesores y profesoras, directores y directoras (cuando las hay), hombres y mujeres, organización de roles y relaciones de poder jerárquico…
Sin duda, estos son los dos actores más importantes en la evaluación de la desigualdad, estas dos instituciones, familia y escuela deben ser evaluadas y evaluarse permanentemente para reflexionar cuál es su verdadero papel en la transformación de la formación de ciudadanas y ciudadanos activos, libres e iguales para terminar con las historias culturales que quieren perpetuar el “patriarcado”. La reflexión nos debe llevar a la proclamación del final de la cultura androcéntrica. Unicamente cuando este hecho sea real, se pondrá fin a la desigualdad de género
Bibliografía:
AA.VV. (1999): Feminismo fin de siglo. http://www.fempress.cl
Arenas Fernández, M.G.(2006): Triunfantes Perdedoras. Graó . Barcelona.
Astelarra, Judith (2005): Veinte años de políticas de igualdad. Cátedra. Madrid.
Izquierdo, María Jesús (1998): El malestar de la desigualdad. Cátedra. Madrid.
Lienas, Gemma (2001): El diario violeta de Carlota. Alba Editorial. Barcelona.
Pérez Ledesma, Manuel (Comp.)(2000): Ciudadanía y democracia. Ed. Pablo Iglesias.
Madrid.
Santos Guerra, M.A (1990): Hacer visible lo cotidiano. Akal. Madrid.
Sen, Amartya (1995): Nuevo examen de la desigualdad. Alianza Editorial. Madrid.
Varcarcel, Amelia (Comp.)(1994): El concepto de igualdad. Ed. Pablo Iglesias. Madrid.
Gloria Arenas Fernández
PROFESORA TITULAR, UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
AA.VV. (1999): Feminismo fin de siglo. http://www.fempress.cl
Arenas Fernández, M.G.(2006): Triunfantes Perdedoras. Graó . Barcelona.
Astelarra, Judith (2005): Veinte años de políticas de igualdad. Cátedra. Madrid.
Izquierdo, María Jesús (1998): El malestar de la desigualdad. Cátedra. Madrid.
Lienas, Gemma (2001): El diario violeta de Carlota. Alba Editorial. Barcelona.
Pérez Ledesma, Manuel (Comp.)(2000): Ciudadanía y democracia. Ed. Pablo Iglesias.
Madrid.
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Sen, Amartya (1995): Nuevo examen de la desigualdad. Alianza Editorial. Madrid.
Varcarcel, Amelia (Comp.)(1994): El concepto de igualdad. Ed. Pablo Iglesias. Madrid.
Gloria Arenas Fernández
PROFESORA TITULAR, UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
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