El
cuidado de la salud no es ajeno al género, muy al contrario el género influye
negativamente todos los ámbitos del cuidado de la salud: investigación,
prevención, diagnóstico y tratamiento. Hombres y mujeres enfermamos y somos
tratadas de distinta manera, dentro de esta sociedad aún marcada por el
patriarcado y el androcentrismo. En el enfoque de la salud de las mujeres
siguen pesando gravemente los estereotipos patriarcales: la consideración de las
mujeres como seres para la procreación cuya salud y equilibrio mental dependen
de los órganos reproductores, las mujeres como seres débiles, tendentes a la
locura y necesitadas de control, etc.
- Se invierten muchos menos recursos en la investigación de dolencias que afectan exclusivamente a las mujeres, por ejemplo, la endometriosis; en la investigación y prevención de enfermedades laborales más propias de profesiones feminizadas, y en la investigación de la influencia de factores medioambientales en la salud de las mujeres (posible influencia de los xenoestrógenos presentes en pesticidas, fármacos, productos derivados del plástico, etc., en el aumento de cánceres de mama).
- Un doble reduccionismo: 1). Considerar que los problemas de salud de las mujeres son absolutamente similares a los de los hombres. Los estudios clínicos se realizan únicamente con población masculina, lo que lleva a ignorar la diferente sintomatología con que una misma patología puede cursar en hombres y mujeres, hecho que ha provocado una mayor tasa de fallecimientos de mujeres por problemas coronarios. 2) Creer que las mujeres están protegidas por sus diferencias, lo que ha provocado durante décadas el denominado “Síndrome Yentl”, (título de un estudio de la cardióloga estadounidense Bernardine Haley de 1991), consistente en que se realicen menos pruebas diagnósticas a las mujeres que acuden a urgencias con problemas coronarios, bajo la falsa creencia de que las mujeres “están protegidas contra los infartos por sus hormonas”.
- Los estudios de nuevos
medicamentos se hacen, en su mayoría, con población únicamente masculina,
extendiéndose después los resultados a las mujeres, sin tener en cuenta
las variables que puedan producirse por factores hormonales, fisiológicos,
etc.
- La “salud de las mujeres” suele
reducirse a los aspectos reproductivos, dejando totalmente de lado un
abordaje holístico de la salud de las mujeres, incluida nuestra
sexualidad.
- Las mujeres somos medicalizadas
en exceso, incluso en los procesos fisiológicos naturales, negándosenos el
control de nuestro propio cuerpo y la toma de decisiones en temas como:
embarazo, parto, lactancia, etc.
- Se prescriben menos pruebas
diagnósticas a las mujeres que a los hombres, atribuyendo sus síntomas con
mayor frecuencia a factores psicológicos, y sometiéndolas a tratamientos
con ansiolíticos, antidepresivos, etc. O bien se colocan una serie de
síntomas bajo una etiqueta, sin dar respuesta real a las necesidades de
las mujeres y más bien “naturalizando” el dolor de las mujeres (dolores
crónicos, fibromialgia, etc.)
- El malestar y la sintomatología
provocados por las condiciones de vida determinadas por los roles de
género, pasan a tratarse con este mismo tipo de fármacos, encubriendo las
causas reales: malestar en la pareja o la familia, maltrato, violencia,
acoso sexual o laboral, doble jornada, desgaste producido por las tareas
de cuidado prolongadas, etc.
- Existen
una serie de condicionantes de género que afectan gravemente a la salud
física, mental y emocional de las mujeres:
·
La percepción de una baja valoración en todas las
esferas, incluida la laboral con el permanente “techo de cristal”.
·
La sensación de culpa constante y la persecución de
un modelo de perfección inalcanzable.
·
Demandas de trabajo más estresantes. Trabajo sin
fin, doble/triple jornada.
·
Falta de autoridad y reconocimiento.
·
Desgaste físico, mental y emocional por el desempeño
de las tareas de cuidado realizadas durante largos periodos de la vida.
·
Vivir para las demás personas, vivir los proyectos
de “los otros y otras”.
·
El sincretismo de género que se puede somatizar en
diferentes dolencias: vivir con “contracturas” se hace enfermedad en nuestras
articulaciones.
·
Los micromachismos y la “sutil” violencia
estructural permanente
·
Las diferentes formas de violencia contra las
mujeres: psicológica, física, sexual.
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